2 feb 2014

Federico Cantero Villamil, el genial ingeniero de caminos que soñaba con helicópteros

Versión personal para TecOb del artículo que publiqué en la revista Historia de Iberia Vieja , edición de febrero de 2014.


De notable se puede calificar sin duda alguna el proyecto de una presa sobre el río Duero y canal transversal, en túnel, para tener fuerza hidráulica transportable por medio de la electricidad, del distinguido ingeniero de caminos D. Federico Cantero Villamil, el cual, de realizarse, no sólo sería, como su autor manifiesta, el porvenir de Zamora, sino que puede llegar a serlo de toda la región castellana…


Madrid Científico. Número 217, 1898.


libelulaÍgor Ivánovich Sikorski es considerado hoy día, y con todo merecimiento, como el padre de la tecnología de los helicópteros. Ciertamente, la idea de construir máquinas volantes capaces de despegar y aterrizar verticalmente, así como mantenerse estacionarias en el aire, venía de lejos. Ahora incluso tenemos aviones capaces de ese tipo de proezas, pero hasta que Sikorski logró superar los escollos técnicos, nadie había sido capaz de construir un helicóptero completamente funcional y además viable comercialmente.


Ya Leonardo da Vinci había dibujado algunos esbozos de una máquina volante con rotor helicoidal que, salvando las distancias, podría considerarse como un antepasado lejano del helicóptero. Naturalmente, sin un motor adecuado, todo aquello no eran sino ideas imposibles. Por eso, llegado el siglo XX, con la tecnología adecuada, cientos de ingenieros e inventores comenzaron a soñar con helicópteros. La mayor parte de los intentos terminaron en rotundos fracasos. Construir un helicóptero no es cosa de niños, como la experiencia vino a demostrar. En 1916 el argentino Raúl Pateras Pescara fue el primero en lograr hacer volar brevemente una máquina volante similar a un helicóptero, aunque todavía quedaba mucho camino por recorrer para conseguir un aparato confiable. Desde que el español Juan de la Cierva lograra el éxito mundial con su autogiro, a principios de la década de 1920, el camino parecía allanarse poco a poco.


Mientras la tecnología aeronáutica avanzaba con pasos de gigante, el tema de los helicópteros permanecía en segundo plano, como si no fuera a lograrse nunca ese toque que todavía faltaba para que se convirtieran en realidad. Muchos ingenieros dieron pasos en firme, hasta que Sikorsky logró una máquina completamente funcional a principios de los años cuarenta. Lo que pocos sabían entonces era que, en España, otro genio ignorado había solucionado los problemas del helicóptero años antes. De haber sido las cosas diferentes en esta España nuestra, a buen seguro que Federico Cantero Villamil sería reconocido hoy como el inventor del helicóptero. Como en tantas ocasiones, el destino se empeñó en enterrar su memoria hasta épocas recientes.


El porvenir de Zamora


El caso de Federico Cantero Villamil es el de todo un genio que trabajó incansablemente en diversos campos de la ingeniería, con gran éxito pero que, por desgracia, nunca logró el reconocimiento adecuado a su valía.


Federico, madrileño nacido en 1874 y fallecido en 1946, llevaba la ingeniería en la sangre, a fin de cuentas la inventiva técnica le venía de familia pues su padre fue un ingeniero que trabajó principalmente en el campo ferroviario.


En septiembre de 1896 completó sus estudios de ingeniería civil o, como se decía entonces: Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. No fue un mero trámite, nada de eso, pues fue el primero de su promoción. De su dedicación al estudio y su pasión por la ingeniería hablan no sólo sus méritos académicos, sino también su precoz factura de todo tipo de proyectos rompedores, adelantados a su tiempo. Al año siguiente de completar sus estudios, pasó a trabajar en Zamora y, para 1900, se centra en proyectos hidráulicos en los que el río Duero sería el gran protagonista. El asunto del aprovechamiento hidroeléctrico de las aguas del gran río castellano era algo candente por entonces, un tema que llevaba ocupando mucho tiempo a diversas autoridades tanto de España como de Portugal, pero poco se habían hecho para convertir las palabras en realidades.


El Duero tenía un porvenir muy eléctrico pero, lo que hoy día se da por hecho, era poco menos que una locura a principios del siglo XX. Había que domar las aguas del monstruo pero, ¿quién se atrevería a emprender semejante tarea? Ahí estaba Don Federico, el joven y osado ingeniero que ya había realizado los cálculos necesarios para comenzar a aprovechar la fuerza de las aguas del Duero con fines hidroeléctricos. En el cambio de siglos funda una empresa que no podía tener un nombre más adecuado: El porvenir de Zamora. Aquella sociedad nació con la idea de utilizar los proyectos ideados por el ingeniero de caminos en el tramo zamorano del Duero. El ingenio de Don Federico a la hora de diseñar presas, túneles y saltos hidroeléctricos no tenía fin. Fruto de sus trabajos insistentes y miles de horas de dedicación, fueron los primeros grandes establecimientos hidroeléctricos de España como el que explotaba la zamorana presa de San Román y el diseño de toda una red de presas y saltos de agua pensados para convertir el Duero en lo que hoy es, una inmensa fuerza bruta domada por medio de grandes presas y centrales hidroeléctricas.


En paralelo a toda esta actividad, Federico Cantero Villamil también diseñó la complejísima trama de ferrocarril necesaria para unir Zamora con Galicia, a través de un paisaje montañoso en el que era necesario el empleo de gran cantidad de túneles. Todo esto no son más que pequeñas pinceladas en lo que fue una vida de constante trabajo en el campo de la ingeniería civil que dio como fruto gran cantidad de proyectos de todo tipo. Ahora bien, la gran capacidad de trabajo e inventiva de Don Federico era tal que su afán creativo no se limitó a las grandes obras sino que siempre tenía la vista puesta en los cielos y, así, surgió su pasión por las máquinas voladoras.


La Libélula Española


¿Un ingeniero de canales metido a diseñador de aviones? No, más complicado todavía: ¡Helicópteros! Concepto casi maldito a principios del siglo XX, todos los intentos por lograr una máquina de ese tipo realmente práctica habían fracasado. Sin embargo, el tesón de Don Federico logró superar todos los graves problemas que los helicópteros suponían.


Sikorski logró su éxito, celebrado mundialmente, en los años cuarenta. Cierto es que había empleado muchos años en su helicóptero, pero lo que no sabía era que, mucho antes, un español había dado con ingeniosas soluciones técnicas de las que apenas nadie había oído hablar. Federico Cantero Villamil consiguió una amplia colección de patentes sobre diversos aspectos aeronáuticos desde el año 1908. Más de veinte patentes hasta 1946 ejemplifican una evolución sobresaliente de una serie de conceptos que se basaban en minuciosos cálculos matemáticos y experimentos laboriosamente tramados. Publicó igualmente varias obras y artículos sobre los problemas del vuelo y fundó una empresa en Segovia dedicada al vuelo sin motor.


De acuerdo, hay mucha teoría, mucha patente e infinidad de cálculos pero, para considerarse como pionero de los helicópteros hace falta mucho más, ¿no es cierto? Por supuesto, y por ello, Don Federico pasó a la acción convirtiendo sus magistrales invenciones en máquinas reales y, así, nació la sorprendente Libélula Española, un helicóptero de bello aspecto al que posteriormente llamó Libélula Viblandi, como abreviatura de Villamil, Blanco y Díaz, los apellidos de quienes armaron aquel aparato.


Por desgracia, sólo se fabricó un prototipo y nunca llegó a entrar en vuelo comercial ni en producción. Los primeros esbozos de la máquina databan de sus patentes de los años veinte, ¡más de una década antes de los primeros intentos serios de Sikorski! En las patentes de Don Federico se detalla todo lo necesario para armar un helicóptero moderno: el sistema de hélices con paso variable, perfiles, estudios aerodinámicos, de propulsión e incluso de forma de pilotaje y el diseño y uso de turbinas como propulsores. Todo ese esfuerzo de décadas tuvo como resultado el prototipo perfeccionado de la Libélula Viblandi presentado en 1943. La máquina estaba en desarrollo desde 1935, ¿por qué no voló entonces? Fechas terribles para España. El genial ingeniero se encontraba en Zamora, en plena zona nacional, en el estallido de la Guerra Civil. El prototipo quedó en Madrid, en zona republicana. Pasaron los años y nada se pudo avanzar, mientras el resto del mundo seguía su camino hacia el helicóptero. Sikorski comenzó sus primeros vuelos exitosos con su máquina en los Estados Unidos en 1939, preludio de lo que pocos años después serían modelos comerciales de helicópteros que le hicieron famoso y rico. La Guerra Civil había acabado con los sueños aeronáuticos de Don Federico. Nunca dejó de perfeccionar su libélula, pero todo quedó sumido en el más infame de los olvidos hasta que, llegado el siglo XXI, su familia recogió el testigo de su legado y comenzó a divulgarlo. Fruto de ese trabajo nació un excepcional libro , que no puedo menos que recomendar vivamente, acerca de la figura de Federico Cantero Villamil escrito por Federico Suárez Caballero.


Si los tiempos hubieran sido otros, el prototipo de la libélula, que ya cuando estallo la guerra estaba a punto de entrar en fase de pruebas, se hubiera convertido en el primer helicóptero moderno de la historia. El conflicto impidió el acceso a los materiales y otros recursos que eran necesarios para completar el proyecto con éxito.


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Imagen de cabecera: La Libélula Viblandi. Fuente.


Federico Cantero Villamil, el genial ingeniero de caminos que soñaba con helicópteros apareció originalmente en Tecnología Obsoleta, 2 febrero 2014.




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