Ayer estuve experimentando con hilos de Twitter para referir una historia de forma encadenada. Transcribo aquí el contenido para que no se pierda por ahí. Conocí esta intrigante historia gracias a una crónica publicada en la revista madrileña “Alrededor del mundo”, edición del 10 de abril de 1922.
El monte Säntis, que alcanza más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, es un pico en los Alpes suizos al que hoy día se puede llegar en teleférico. Desde allá arriba se puede contemplar un panorama espectacular. Es un lugar que guarda un misterio desde 1922. El 25 de febrero de ese año, en el observatorio meteorológico situado en lo alto, se descubrieron los cadáveres del guarda y de su mujer, que vivían aislados manteniendo el lugar. El observatorio se había levantado en 1887. Se conectaba aquél inhóspito lugar con el valle gracias a una línea telegráfica, posteriormente telefónica. Los guardases del lugar vivían en total aislamiento durante el invierno, sólo en verano recibían la visita de algún alpinista. Era un paraíso solitario, helado, blanco, una plataforma elevada al cielo desde la que se tocaban las nubes. La soledad sólo se rompía cuando, una vez por semana, llegaban provisiones desde el valle.
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Diariamente, el guarda enviaba dos partes telefónicos con los datos anotados de los instrumentos meteorológicos. Entre ventiscas y nieblas, el invierno estaba siendo muy duro. El guarda, Heinrich Haas, y su esposa, Lena, vivían allá arriba, en soledad, desde 1919. Nunca había sucedido nada, la vida era sencilla y tranquila. Sólo había que disfrutar del paisaje y mantener los instrumentos.
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Pero el 21 de febrero de 1922 dejaron de recibirse los partes meteorológicos. Las llamadas desde la central en el valle no recibían contestación. Se pensó en una avería en la línea. Finalmente se envió a la patrulla de avituallamiento por adelantado. En el trayecto fueron revisando la línea, pero no había cortes ni otras averías. El 25 llegaron a la cima, encontrando en la mujer de Haas muerta, tendida boca abajo en el cuarto de instrumentos. El lugar aparecía destrozado, como si hubiera habido una lucha violenta. El perro, que llevaba días encerrado, fue rescatado. Fuera del edificio del observatorio encontraron el cadáver del guarda, en medio de un charco de sangre helada. Las autopsias demostraron que habían sido asesinados con disparos de una pistola Browning del 7,65. El libro de registros y el dinero de la estación habían desaparecido. ¿Un robo con asesinato en lo alto de los Alpes?
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Sea como fuere la policía fue a buscar al zapatero, no lo encontraron. Una pista le localizó en St. Gallen, donde intentó vender unas joyas de la mujer de Haas. Parecía claro que era el asesino.
El crimen, sin embargo, sigue sin ser resuelto hoy día. El cuerpo de Kreuzpointner apareció en la ruta de ascenso al observatorio días después, se había suicidado. ¿Qué le llevaba de nuevo a la cima donde supuestamente había cometido el crimen? Nunca lo sabremos.
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