27 jun 2015

Paraguas y ricina, combinación mortal

Hace unos días, recordé cierto asesinato célebre mientras pasaba un rato repasando unos papeles, con una televisión armando ruido de fondo. Ese día me llamó la atención una escena de cierta serie de “polis”, no estoy seguro pero creo que se trataba de una de las series spin-off de NCIS. El caso es que ni vi el principio ni me quedé hasta el final, pero en aquellos escasos minutos me sorprendió ver a una supuesta agente durmiente rusa muriendo casi en el acto tras pincharse en un dedo con un artilugio punzante envenenado colocado en la manilla de la puerta de un automóvil.

Vamos, una fantasmada espectacular sin mucho que ver con la realidad… ¿o sí había algo de real? Ahí es cuando recordé el triste caso del asesinato del paraguas, que lejanamente tenía cierto parentesco. La pobre agente durmiente caía fulminada en apenas unos segundos por el veneno, y ahí es donde está el problema, porque en el mundo real las cosas no suelen ser tan limpias, y mucho menos cuando se trata de eliminar a una persona. El terrible invento existe realmente, pero no es tan rápido, ni mucho menos.

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Modelo del paraguas asesino del caso Markov.
Fuente: Headlines in History.

No ha sido empleado en muchas ocasiones, no al menos que haya llegado a la luz pública, pero en los pocos casos en los que se ha utilizado, el uso de venenos a través de armas punzantes ocultas ha dado lugar a casos realmente espectaculares en todos los sentidos y, por desgracia, con efectos terribles para las víctimas que, lejos de morir en pocos segundos, han soportado dolorosas agonías de horas e incluso días de duración.

El asesinato de Georgi Markov, cuyo recuerdo me visitó esquivamente aquel día viendo la televisión, tuvo lugar el 7 de septiembre de 1978. En realidad, Georgi murió unos días más tarde, el día 11 de septiembre, pero la acción que acabó con su vida se llevó a cabo aquel triste día 7. Georgi Markov era un disidente búlgaro, escritor de novelas y dramaturgo, que había desertado a occidente desde el otro lado del telón de acero allá por 1969. Desde entonces había trabajado como periodista para varios medios británicos y alemanes, con apoyo estadounidense, en campañas de radio muy críticas con el régimen comunista búlgaro. Tan molesto llegó a ser para ese gobierno, que se decidió su eliminación a toda costa, con ayuda del KGB soviético.

Lo que siguió constituye uno de los sucesos más oscuros de la guerra fría y ha servido de inspiración para numerosas novelas, películas y episodios de series de televisión y supongo que, aunque lejanamente, también inspiró la ficción televisiva que ha servido de semilla para este post. El caso es que tenemos a Markov paseando por Londres aquel 7 de septiembre, sin saber que su tiempo se acaba. La policía secreta búlgara y el KGB habían intentado ya en varias ocasiones acabar con la vida del disidente. Aquel día lo iban a intentar otra vez pero, en esta ocasión, iban a dar un gran salto en la sofisticación del arte de asesinar.

Aquel día, Markov estaba esperando un autobús urbano londinense cuando, de repende, alguien choca contra él. El otro hombre, parece tropezar accidentalmente, clavando levemente la punta de su paraguas en una de las pantorrillas de Markov. El hombre se disculpa y todo queda en un leve incidente, no ha pasado nada. Markov ya estaba muerto, solo que entonces no lo sabía. Cuando el periodista disidente llega a su trabajo en la BBC, comienza a notar extraños síntomas. El área del pinchazo ha enrojecido y comienza a doler de forma alarmante. A las pocas horas es hospitalizado, muestra fiebre alta al poco comienza a sufrir hemorragias. Fallece poco más de tres días más tarde.

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Estructura proteica de la ricina. Fuente: Wikimedia Commons.

El que, desde entonces se conoció como el “asesinato del paraguas”, tiene como protagonista mortal una substancia llamada ricina. El asesino había apoyado la punta de su paraguas en la pierna de Markov y, justo en ese momento, había accionado un gatillo que disparó una pequeña carga de aire comprimido que incrustó bajo la piel del desdichado una minúscula esférula de metal de menos de dos milímetros de diámetro. En el interior del cuerpo extraño se hallaba el veneno, que comenzó a liberarse a los pocos instantes de encontrarse el artefacto alejado en el cuerpo de Markov, pues a la temperatura corporal se comenzaron a disolver los “tapones” de material orgánico con los que se obturaba el contenedor de ricina. Toda una obra de arte mortal, hay que reconocerlo. No sólo se trataba de un sistema de “paraguas-pistola” realmente ingenioso, sino que la bala era, en sí misma, un sistema controlado de liberación de veneno, casi como una bomba de tiempo que recuerda lejanamente a las píldoras con recubrimiento de disolución controlada utilizadas hoy día.

La ricina, liberada en la sangre de Markov, comenzó a hacer su trabajo, que duró días hasta que acabó con su vida. Desde la Primera Guerra Mundial se venía investigando por parte de varios ejércitos el posible uso de la ricina como arma química, sin embargo el ser relativamente sencillo neutralizarla en el ambiente en comparación con otros agentes químicos o biológicos, hizo que no se llegara muy lejos en tan siniestros intentos. No obstante, como veneno para asesinatos selectivos, parecía tener futuro. En la época de la muerte de Markov no había antídoto de ningún tipo, por lo que nada pudieron hacer por su vida. Hoy, sin embargo, existen ciertas terapias que parecen prometedoras, aunque siguen siendo experimentales.

La ricina es una de las toxinas más potentes que se conocen y, por desgracia, se puede extraer con relativa facilidad de las semillas del ricino. Sí, ese arbusto aparentemente inofensivo que es fuente del aceite de ricino, el célebre purgante, extraído igualmente de sus semillas por medio de prensado y calentamiento, proceso que, por fortuna, degrada la ricina.

La ricina es tóxica por inhalación, ingestión o por inyección. Apenas unos cientos de microgramos son suficientes para terminar con la vida de un ser humano adulto. Sin embargo, el propio mecanismo de acción de la ricina puede tener interés médico de importancia. Se ha planteado su uso en tratamientos para diversos tipos de cáncer, funcionando como “misil” guiado por anticuerpos monoclonales y, también, en terapias para ciertas enfermedades neurológicas.

El mecanismo de acción tóxica de la ricina se funda en su funcionamiento como proteína inactivadora de los ribosomas. En inglés, se conoce esa acción de la ricina y parientes químicos similares como Ribosome Inactivating Protein, lo que nos da el acróstico RIP, cosa que no deja tener una macabra gracia. La ricina es capaz de inactivar la acción de los ribosomas en todo tipo de organismos, plantas y bacterias incluidas, pero sobre todo es efectiva bloqueando la síntesis de proteínas en células animales. No está claro qué funciones cumplen las RIP (ricina y similares) en los vegetales que las contienen, pero posiblemente se trate de algún tipo de defensa contra agresiones bacterianas o de insectos.

Más información:

Paraguas y ricina, combinación mortal apareció originalmente en Tecnología Obsoleta, 27 junio 2015.


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