16 sept 2014

Una granja de arañas

Desde hace mucho se está pensando en posibles usos, incluso industriales, de las fibras hiladas por las arañas. Esas aplicaciones de la seda de araña podrían ir desde su uso en suturas quirúrgicas, así como en ingeniería civil e incluso militar. Ciertamente, las propiedades físicas de la seda de araña son singulares y eso es algo que llevó a algunos visionarios a imaginar auténticas granjas de seda de araña. Chalais-Meudon, en las cercanías de París, es un tranquilo lugar que ha visto cómo se convertía en lugar elegido para diversos tipos de pruebas de dirigibles , contando incluso a principios del siglo XX con un descollante túnel de viento . Ahora bien, también pudo convertirse en el lugar de nacimiento de la gran industria de la seda de araña , o al menos eso es lo que pensaron algunos periódicos de todo el mundo cuando sacaron de quicio ciertas noticias llegadas de Francia. Una cosa es que se intentara y otra bien distinta que la cosa fuera factible.


Así, en la página 430 de The spider book , inmensa obra de John Henry Comstock, de la Universidad de Cornell, en su edición del año 1913, se menciona lo que sigue:



La seda de las arañas del género Nephila supera en resistencia y belleza a la propia de los gusanos de la seda. Esta seda ha encontrado ciertas aplicaciones. Las más importantes investigaciones llevadas a cabo para demostrar la utilidad de este material fueron llevadas en los Estados Unidos por el profesor Burt G. Wilder, con Nephila davipes. Igualmente, el misionero católico Padre Camboni hizo lo propio con Nephila madagascariensis



Las experiencias de Camboni fueron muy difundidas, y ahí es donde llegó lo de sacar de contexto lo que sólo era una investigación para ver ya auténticos imperios de granjas de arañas. Veamos, por ejemplo, cómo contemplaba el asunto la madrileña revista Alrededor del mundo en su edición del 16 de junio de 1899:



Las arañas, explotadas por el hombre.

granja_aranasSe viene hablando de la seda de las arañas, de su aprovechamiento y de sus extraordinarias cualidades de resistencia, elasticidad y brillantez. Pero no se la había considerado, industrialmente hablando, más que como una curiosidad. Ahora, sin embargo, la explotación de la araña por el hombre como hilandera parece haber entrado en el terreno de la práctica y del negocio. Un francés que ha vivido muchos años en Madagascar, Mr. Camboni, es el implantador de la nueva industria. En sus talleres de Chalais-Meudon, cerca de París, montados en toda regla, tiene miles de arañas trabajando para él desde por la mañana hasta por la noche. El sistema que emplea es éste: Se coge el extremo del hilo de una araña, se le pega a una bobina y se hace que ésta empiece a dar vueltas, enrollando el hilo. La araña, viendo que tiran de ella, echa a andar en dirección opuesta. El numero de revoluciones que da la bobina está perfectamente calculado para que el hilo no se rompa con la tensión ni la araña pueda alejarse demasiado.


Con el fin de excitarla para que no se detenga, se coloca en el extremo del cajetín donde trabaja un cebo cualquiera, tal como una mosca, unas gotas de alcohol y otros manjares no menos tentadores; pero lo que más estimula el ardor de la araña es la vista de un macho de su misma especie; corre con toda la ligereza de sus ocho patas en su deseo de acercarse a el, no para hacerle caricias, sino para comérselo. Porque es de advertir que sólo las hembras sirven para operarias y que el manjar favorito de la señora araña es el cuerpo de sus pretendientes o de sus maridos de un momento. Esto no quita que siempre tenga quien le haga la corte, aun a costa de la vida; buena prueba de ello son los ochocientos huevos que suele poner en la bolsita donde guarda su prole.


La cantidad de hilo que una araña puede suministrar en un día no es pequeña: unos noventa metros. Para entonces el animalito empieza a cansarse y a pararse, y hay que darle de comer y reemplazarle por otro. Cuando hay bastante hilo en una bobina, se le desenrolla, se le lava y se le tuerce con otros siete. Los ocho forman una hebra mucho más fuerte y mucho más ligera de peso que si fuera de seda de gusano. Su color es amarillo intenso con tendencia a dorado; puede teñírsele de cualquier color. Se han hecho muchos experimentos para estimular a las arañas a que produzcan más hilo; la administración de pequeña dosis de éter ha sido el remedio más eficaz; pero acorta la vida de estos animalitos, lo cual constituye un defecto grave. Porque no se trata de arañas ordinarias, sino de una especie que hay que traer de Madagascar o criar en Europa con bastante cuidado. Desde hace siglos los malgaches venían explotando para la fabricación de la seda a las arañas monstruo del país, que son unos bichitos capaces de comerse un pájaro y cuya picadura es bastante peligrosa. Mr. Camboni, que durante sus viajes por Madagascar, en clase de misionero, pudo estudiar detalladamente la curiosa industria, no se atrevió a entendérselas con aquella clase de arañas, y emplea otras, indígenas también de aquella isla. (…) Son algo más pequeñas que las otras, aunque bastante feroces y un poco venenosas. Sólo aprovecha las hembras porque son mayores que los machos, viven más que éstos y tienen peor genio. (…) La seda de las arañas se emplea principalmente para las «líneas de pelo» de los instrumentos ópticos y para hacer cables con destino á los globos. En la próxima Exposición de París, figurará un traje de señora hecho con seda de arañas.



Una granja de arañas apareció originalmente en Tecnología Obsoleta, 16 septiembre 2014.




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