La estatua de Zeus ubicada en el templo de Olimpia, en la antigua Grecia, era una de las siete maravillas del mundo antiguo. A pesar de la oscuridad del santuario, la imagen contaba con cierta iluminación, que hacía visible su rostro (situado a unos doce metros de altura) al ojo humano. Un estudio dirigido por la Universidad Complutense de Madrid revela que esta luz era de origen natural y provenía del techo del templo, construido con dos tipos de mármol.
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