El experimento funciona como sigue. Se implanta un chip que registra las ondas cerebrales que llegan al hipocampo, porción del cerebro encargada de la memoria a largo plazo. El chip mide los estímulos que llegan a dos regiones denominadas CA1 y CA3 y que son las que controlan el proceso de aprendizaje y memorización de nuevos conocimientos.
Con el chip registrando datos, los equipos dirigidos por el Doctor Theodore Berger enseñaron a la rata a pulsar una determinada palanca para obtener agua.
Una vez la rata se hizo con el mecanismo. Los científicos anestesiaron la región CA1 con fármacos e hicieron al chip realizar el proceso inverso, o sea, enviar al hipocampo las ondas cerebrales grabadas durante el aprendizaje. La rata, aún con esa parte de su cerebro dormida, era capaz entonces de recordar lo aprendido gracias a los datos contenidos en el chip.
El Doctor Berger señala que si somos capaces de decodificar conocimientos complejos para traducirlos en sus correspondientes ondas cerebrales sería teóricamente posible implantar conocimientos en el cerebro al más puro estilo Matrix.
El límite parece estar en los recuerdos que son más experiencias personales que conocimientos en estado puro. Originalmente, el diseño del cerebro de cada persona es el mismo, pero su estructura de conocimientos posterior depende mucho de las reconexiones que este maravilloso ordenador que llevamos dentro hace con el tiempo.
El descubrimiento, eso sí, abre las puertas a un nuevo y fascinante campo de investigación sobre la curación de enfermedades relacionadas con la pérdida de memoria debido a deterioro cerebral, como el Alzheimer. Con todo, aún tendrán que pasar unos cuantos años antes de que podamos abrir los ojos y decir ‘Ya se Kung Fu’.
Fuente | Xataka
Pongame una docena doctor!
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