31 mar 2016
Tras la pista de los licántropos
Tras la pista de los licántropos
Por Scott Corrales (c) 2016
El interés por seres parahumanos no es tan considerable fuera de los Estados Unidos por motivos varios. La flora y fauna de muchos países más antiguos, con culturas ininterrumpidas que se extienden por siglos, está bastante bien conocida por los sabios y los habitantes en general. A pesar de ser una superpotencia, EE.UU. es un país joven que adquirió su forma actual en los primeros cincuenta años de su existencia, salvo por las anexiones posteriores de Alaska y Hawái. Cientos de miles dieron el salto desde la poblada costa este del país a California, atraídos por el oro y el clima. Gran parte del país, sobre todo los estados que ocupan la cordillera de las Rocosas, y los estados del sur, con sus innumerables ríos y riachuelos con sus respectivos bosques ribereños, no fueron explorados sino hasta mucho más tarde, y es posible que aún hoy grandes partes de EE.UU. sigan sin conocerse a conciencia.
Hemos escrito mucho sobre Bigfoot – el “yeti” norteamericano – y su existencia no solo en las montañas del noroeste del país, y en la inhóspita Colombia Británica, sino en distintas regiones que no se asocian inmediatamente con la presencia de estos gigantes peludos, cuya existencia ha sido motivo de libros, documentales, grandes y pequeñas expediciones, y ahora programas de televisión que han popularizado (o tal vez ridiculizado) el tema.
Pero ahora nos toca pasar de estos seres, cuya existencia es innegable a pesar de la negativa de la ciencia oficial y del gobierno, sobre todo, a un aspecto más escabroso. Un ser o seres de los que se ha hablado poco, pero cuya presunta existencia ha potenciado la carrera de varios escritores, asustado a más de un cazador, e intrigado a más de un interesado en lo desconocido.
Se trata del Dogman – “el hombre perro” del medio oeste norteamericano.
El estado de Wisconsin, a las orillas del confín oriental de los Grandes Lagos, con su gran planicie central, se ha hecho famoso por sus vaquerías y la producción de lácteos a gran escala. Nadie imaginaba que este bucólico estado se convertiría en un escenario de lo paranormal cuando el misterio se hizo sentir en las pequeñas poblaciones de Elkhorn y Delevan, villorrios con menos de cuatro mil habitantes cada uno.
Aparte de los trotapieles o mudapieles nativoamericanos, asunto que abordamos en un trabajo anterior, (http://ift.tt/1ZOe5yj) el Dogman es un fenómeno reciente. La primera noticia que se tiene de este espeluznante ser viene de la década de los ’80, cuando la periodista Scarlett Sankey escribio un trabajo para la desaparecida revista STRANGE titulado “Investigación sobre el Hombre Lobo de Wisconsin”. Según nos informa Sankey en su escrito, Lorianne Endrizzi, la regenta de un bar en el poblado de Elkhorn, estado de Wisconsin, se dirigía a la casa de su madre en Bray Road, camino localizado al lado de un arroyo. Eran la 1:30 de la madrugada cuando la realidad mundana de Endrizzi quedaría hecha añicos por lo desconocido.
La testigo pudo ver un bulto arrodillado a la orilla del camino, reposando sobre la gravilla de la luneta. Deteniendo la marcha de su vehículo, pensando que era alguien en apuros, Endrizzi se quedó de piedra a ver que el bulto levantaba la cabeza y la tornaba para clavarle los ojos. “Su rostro era largo y hocicudo, como la de un lobo,” explicó la protagonista. Aunque los faros del vehículo se proyectaban hacia adelante, los ojos del ser sobrenatural resplandecían con una luz amarillenta. A dos metros de distancia, Endrizzi pudo agregar otros detalles, como los colmillos, las orejas puntiagudas y un torso bastante ancho.
El encuentro duró unos treinta segundos hasta que Endrizzi decidió acelerar y seguir su camino. La criatura no demostró tenerle miedo alguno. “Era tan humano que me daba miedo,” confesó la testigo. “Un error de Dios, un fenómeno de la naturaleza.” Posteriormente visitaría una biblioteca y al ver una ilustración de un licántropo, quedó electrificada. La Bestia de Bray Road, como se le conocería posteriormente, tenía todo el aspecto de una de las peores pesadillas de la humanidad – el humano que logra adquirir la forma de un animal, casi siempre la del lobo.
Poco después de la navidad de 1990, Heather Bowey, una chica de doce años de edad, también vecina de Elkhorn, decidió dar a conocer su propia experiencia tras la aparición de un artículo en la prensa local por la periodista Linda Godfrey abordando el tema de “la Bestia”.
A eso de las cuatro y media de la tarde, Heather y cuatro amigos regresaban a sus casas tras de haber pasado el tiempo montados en sus toboganes cerca de Loveland Road, a una milla y media de la intersección de Bray Road. Los chicos vieron lo que tomaron “por un perro” y comenzaron a llamarlo para jugar con él. Afirmó Bowey: “Seguimos llámandolo, y nos seguía mirando. Ahí fue cuando se puso de pie.”
El ser era alto, con un pelambre lanudo entre color plateado y pardo. Dio algunos pasos hacia adelante torpemente antes de ponerse en cuatro patas de nuevo y correr hacia los niños con un salto mayor que el de los perros. Despavoridos, los chicos se lanzaron a correr hacia la casa de Bowey, perseguidos por el animal, hasta que decidió seguir otro rumbo. La descripción ofrecida por la niña Heather Bowey indica que el ser tenía la cabeza como la de un lobo, el cuello de un humano, hombros tan anchos como la de un hombre y patas como las de un perro, pero “deformes”. Al contarle lo sucedido a su madre, la niña se enfrentó al esperado “no existen los hombres lobo”.
Como en las antiguas leyendas europeas sobre las encrucijadas y los pactos que solían hacerse ahí con las fuerzas del Mal, la intersección de Bray Road y Hospital Road seguiría dando pie a encuentros con lo sobrenatural. En octubre de 1991, Doristine Gipson, de dieciocho años de edad, se dirigía a la población de Delevan cuando su vehículo hizo un movimiento brusco, como si hubiese atropellado algo. La chica se detuvo y salió del interior para dar un vistazo. Eran las ocho y media de la noche.
De repente, algo que describiría posteriormente como “grande, oscuro y peludo” corrió hacia ella desde una distancia de cincuenta pies. Asombrada por las dimensiones de lo que tomó a primeras por un perro u oso, Gipson se apuró para entrar en el vehículo y cerrar la puerta. La criatura dio un salto, cayendo sobre el maletero del automóvil, solo para resbalarse por la acumulación de rocío. Gipson se alejó a toda velocidad, produciendo posteriormente el primer boceto sobre la criatura.
La periodista Linda Godfrey, autora de la nota de prensa en el rotativo The Week (La Semana) del condado de Walworth, Wisconsin, emprendió una investigación de gabinete que produjo información tan interesante como espeluznante. Los antecedentes de la “Bestia de Bray Road” se remontaban a 1936, cuando el sereno Mark Schackelman, quien custodiaba un asilo rural en el condado de Jefferson, al norte de Delevan y Elkhorn, encontró una criatura extraña “hurgando en un túmulo indígena”.
El sereno y la criatura intercambiaron miradas. Shackleman, hombre devoto, consideró que la presencia era satánica y elevó una plegaria. La criatura retrocedió, emitiendo un sonido de tres sílabas: “Gadara”. Llegado a este punto, el sereno huyó hacia el edificio y el nefasto ser se perdió en la oscuridad. Schackleman describiría a la criatura como enorme y peluda, con garras, dientes caninos, nariz con forma de hocico, con una configuración entre la de “un perro y un simio”. Como si esto no fuera suficiente, el grotesco ser “apestaba a carne podrida”.
En 1972 una mujer se comunicaría con las autoridades debido a la presencia de un enorme ser peludo que acababa de herir uno de los caballos en su propiedad, localizada – curiosamente – a unas escasas dos millas del lugar donde Schackleman había tenido su encuentro en 1936.
El caso invita a toda suerte de elucubraciones. ¿Se referiría la criatura horrenda de 1936 a la Gadara bíblica, al sur del Mar de Galilea, donde Jesucristo exorcizó a un endemoniado? (Mateo 8:28-34). Resulta igualmente curioso que el ser hurgaba en los túmulos, cuando lo que queda de la antigua Gadara (la moderna Um-Keis) en la actualidad son sus tumbas, ocupadas por 'trogloditas modernos' que las han tomado por morada, representando un peligro a los viajeros que pasan por el lugar.
Llegaron los hombres-perro
Tim "Coonbo" Baker y su compañero Bear (conocidos como los "Bigfoot Outlaws" - forajidos del yeti) incluyen, entre sus cientos de investigaciones del fenómeno Bigfoot, algunos encuentros con hombres-perro que rayan en lo alucinante. Uno de estos casos, ocurrido en la Carretera #29 del estado de Alabama entre Troy y Union Springs, involucró a dos compañeras de trabajo que se dirigían por la mañana a su lugar de empleo. Repentinamente, vieron a la orilla del camino una enorme forma peluda con el aspecto de un lobo. En vez de acelerar la marcha y salir disparadas, las mujeres pasaron al lado del horrendo ser a baja velocidad. La que iba en el asiento de pasajeros, y por consiguiente la que mejor llegó a ver a la criatura, afirmó que el ente la miró fijamente a los ojos, y que la sensación era "la de querer arrancarle el alma" con la vista.
Ambas comunicaron lo sucedido a Baker, quien las acompañó al lugar del suceso después de horas laborables. A juzgar por un letrero en la carretera, la estatura del licántropo rondaba los nueve pies (2.7m) de alto. Presentes en el lugar había huellas del suceso...profundas huellas con dedos que terminaban en garras, algo que no correspondía a los encuentros con seres tipo yeti.
En el 2013, los habitantes de la zona rural de Norton, Ohio, vieron la serenidad de su vida rural interrumpida por informes referentes a un par de "hombres perro" de montería por el bosque Silver Creek Park. De acuerdo con las declaraciones de un testigo, que iba de camino a la jornada nocturna de su trabajo, se encontró con que dos ciervos corrían de un lado de la carretera al otro, escapando de algo que les perseguía. A continuación presentamos las declaraciones realizadas por el testigo "Andrew" a la web WeekinWeird.com:
"La estatura de ambos estaría entre 6.6 y 7 pies de alto (1.90 y 2.10 metros, respectivamente). Perseguían a los dos ciervos, que eran mucho más pequeños, dicho sea de paso, desde la calle hasta el interior del bosque. Corrían en formación, uno detrás del otro, y estaban a unas 40 yardas (30 metros) detrás de su presa. Eran bípedos, muy musculosos y veloces. Tan veloces como un rayo. Todo ocurrió en cuestión de segundos, y desafortunadamente no puedo dar detalles sobre su aspecto. Supongo que era luna nueva, o que estaba nublado, porque todo estaba muy oscuro. Pero definitivamente eran de color oscuro, tal vez color chocolate o negro.”
¿Hubo una presencia de estos seres en la antigüedad, en la zona que hoy ocupa el estado de Ohio? La respuesta parece ser afirmativa. De acuerdo con el insigne autor Brad Steiger en su obra "The Werewolf Book: The Encyclopedia of Shape-Shifting Beings', arqueólogos descubrieron los restos de un hombre de la cultura adena - tribu prehispánica que existió entre el 1000 AC y el 200 DC -- en la primavera de 1950. Lo intrigante de esta osamenta es que el esqueleto carecía de los cuatro incisivos delanteros, a pesar de que los caninos y muelas restantes estaban en perfecto estado. Junto a los restos mortales había una mandíbula de lobo tallada del cráneo de un lobo, y la pieza cabía perfectamente en el hueco formado por la ausencia de los dientes del hombre. El resultado - un hocico lupino con terribles colmillos - hizo pensar a los expertos que tal vez estaba relacionado con algún sacerdocio entre los además, tal vez adoradores de la figura del licántropo. ¿O acababan de dar con los restos de un trotapieles?
Pero no había arqueólogo capaz de ayudar a la policía con sus pesquisas veintidós años más tarde, cuando las autoridades del poblado de Defiance, Ohio, enfrentaban llamadas sobre un “hombre lobo” en el verano de 1972. Tres vecinos afirmaron haber sido víctimas de ataques entre la 1 y las 4:30 de la madrugada, y en cada caso, las víctimas dijeron que su atacante "tenía una especie de cabeza de animal", sin especificar si se trataba de un penacho o una cabeza superpuesta sobre la humana. Sin dudarlo dos veces, la policía se lanzó a la captura del "hombre lobo", utilizando el término sin rodeos. "Lo estamos tomando en serio," afirmó el jefe de policía Donald Breckler. "Nos preocupa de la seguridad de nuestra gente." Aunque el caso sigue sin resolver, los testigos dijeron que la figura tenía una estatura que rondaba entre los seis y ocho pies de alto, y con patas peludas.
Según el periódico The Blade de Toledo, Ohio, con fecha del 2 de agosto de 1972, dos guardafrenos del ferrocarril N&W afirmaron que la criatura tenía "enormes patas paludas, colmillos, y corría de lado a lado, como un cavernícola en el cine." Ted Davis y Tom Jones, del ferrocarril local N&W que ofrece su servicio a Defiance, manifestaron que la enorme figura, cuya estatura oscilaba entre los 6 y 8 pies de alto, se ha manifestado dos veces bajo la luna llena.”
El programa de televisión Paranormal Witness de la cadena SyFy (http://ift.tt/1FxXjIh) transmitió un capítulo dedicado a otro licántropo en Ohio, una serie de avistamientos que tomaron lugar supuestamente cerca de la población de London en 1981, cuando el matrimonio de Keith y Diane Williams, y su pequeña hija Raven, se mudaron a una casa en una zona boscosa cerca de la población. Mientras que lavaba la loza, Diane Williams se fijó en que había un par de ojos que la miraba en la oscuridad...ojos que la seguían de una habitación a otra. El Sr. Williams realizó una investigación de los alrededores sin encontrar evidencia de algún perro o mapache que pudiera haber sido el responsable.
Las experiencias con los ojos sin rostro prosiguieron por algún tiempo, hasta que un día Keith Williams pudo ver los extraños ojos en el retrovisor de su vehículo. También llegó a ver huellas con garras en la nieve. Acompañado por un amigo, Williams siguió las huellas hasta llegar a la cabaña de un viejo ermitaño cuya considerable estatura y delgadez les dejó sorprendidos.
Meses más tarde, la policía descubrió que el ermitaño había fallecido. Al inspeccionar su cabaña, quedaron sorprendidos por la ausencia total de muebles y por la presencia de pesados grilletes y cadenas ancladas a paredes revestidas de metal en una de las habitaciones. Dichos muros estaban cubiertas por "marcas de zarpazos".
Según los productores de Paranormal Witness, los extraños fenómenos que aquejaron al matrimonio Williams cesaron por completo tras la muerte del ermitaño. ¿Coincidencia?
via Inexplicata-The Journal of Hispanic Ufology http://ift.tt/GCRz8J
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