Qué más quisiera que esta historia fuera verídica, pero me temo que no es tal. Dentro de ese tipo de tecnoleyendas, repetidas una y mil veces, adornadas con detalles asombrosos, creo que esta ocupa uno de los primeros puestos. La mecánica de este tipo de historias viene a ser siempre el mismo, de hecho, me recuerda en muchos elementos al mito del Experimento Filadelfia o al célebre caso del crononauta Rudolf Fentz. En todos esos casos una historia ficticia (por ejemplo, en el caso de Fentz se ha logrado encontrar incluso la fuente inicial en una publicación de ciencia ficción de mediados del siglo XX) es adornada con el tiempo con mil detalles técnicos y/o históricos para dotar al mito de cierta respetabilidad pero, cuando se mira detrás y se intenta ver dónde están las fuentes originales, o no hay nada o lo que aparece es un bulo o, simplemente, es una anécdota decepcionante que fue adornada hasta el infinito.
Lo del coche eléctrico de Nikola Tesla va por ese camino. El aura de Tesla como científico fuera de serie “perseguido” por un poder fáctico que deseaba a toda costa que sus inventos más asombrosos no vieran nunca la luz es algo que oscurece sus grandes aportaciones en el campo de la tecnología eléctrica. Por desgracia, los imaginativos delirios con los que alimentó cierta prensa amarillista en sus últimas décadas de vida no ayudan nada a borrar ese aura de científico “loco” perseguido. Veamos qué sucede con el tema del dichoso coche. Me he vuelto a cruzar con esta historia en un añejo y entrañable libro de mediados de los noventa1. Esta es la curiosa historia o, mejor dicho, leyenda, repetida una y mil veces en Internet y casi dogma de fe para algunos…
Todo sucedió allá por los años treinta, cuando Nikola Tesla decidió alimentar un automóvil con “energía libre”, abundante y gratuita. Lo malo es que no hay ni una sola referencia a ese asunto en papeles de la época. Todo surge de una supuesta información facilitada en 1967 por Peter Savo al ingeniero Derek Ahlers, aunque tampoco está muy claro cómo fue aquello porque no queda constancia fiable de ello. El caso es que el tal Savo se decía pariente del genial Tesla, se comentaba que sobrino, pero tampoco se ha podido probar eso. Así que tenemos el recuerdo de una conversación extraña entre dos personas oscuras cerca dos décadas y media después de la muerte de Nikola y nada más. Savo le confió a Ahlers detalles sobre el supuesto automóvil tesliano y, lo que le contó, es como para desear tener uno de esos coches a toda costa.
Veamos, el ya anciano Tesla se hizo con un Pierce Arrow. No hay constancia de ello en ningún papel de la época y, además, cabe preguntarse cómo lo hizo pues en ese tiempo el genial padre de la tecnología de corriente alterna no estaba pasando un buen momento económico, eran los tiempos de la gran depresión y un coche así no era precisamente barato. Tenemos ya un vehículo lujoso, ahora Tesla extrae el motor de explosión y lo substituye por un motor eléctrico de corriente alterna, posiblemente de factura Westinghouse, sin escobillas y que podía alcanzar un óptimo de 1800 rpm con potencia estimada de 80 caballos. El coche eléctrico de Tesla podía alcanzar los 145 kilómetros por hora, no estaba nada mal el bicho.
¿Cómo era alimentado ese motor? Esta es la mejor parte. El coche disponía de un “convertidor de energía etérica”. Cualquier ingeniero o físico habrá dado un respingo de sorpresa diciendo… ¿tenía un qué? Sí, lo que se dice es que el automóvil alimentaba el motor por medio de una caja mágica construida con elementos electrónicos y electromecánicos de los años treinta por el propio Tesla en una habitación de hotel en Búfalo, Nueva York. La caja era de modesto tamaño, unos 60 por 25 por 15 centímetros. En su interior se encontraban 12 válvulas de vacío (circula por ahí incluso un plano simulado del ingenio). Tres de esas válvulas eran de tipo 70-L-7. La caja se alojaba en el salpicadero del coche y, cuando se aparcaba, podía retirarse y llevarse por ahí, como si fuera una radio. ¡Ahí es nada!
La caja, de nuevo como si fuera una radio, al enchufarse en su espacio en el salpicadero, se conectaba a una antena exterior de casi dos metros de longitud. Esa antena servía para captar energía eléctrica del aire y se decía que con la mencionada caja se podía incluso alimentar de energía una casa común. ¡La batería Tesla de hoy día quedaría a la altura del betún al lado de tan sorprendente ingenio!
Hasta ahí la leyenda. El coche quedó abandonado, nadie mencionó nada hasta que le dio por soltar la sorpresa al supuesto sobrino de Nikola. No hay referencias de época ni datos concretos que permitan seguir una pista medianamente fiable por lo que, por mucho que protesten quienes tienen querencia por las tecnoleyendas teslianas, el asunto debe dejarse en cuarentena hasta que aparezca una prueba contundente, cosa bastante improbable. Una lástima, un coche así sería todo un sueño.
_______
1 Energía Libre. Alberto Borrás Gabarró. Ediciones Contrastes, 1995.
Alimento de la leyenda:
Tesla’s Electric Car, por Gerry Vassilatos. (PDF).
1931 Electric Pierce Arrow Tesla FAQ.
Imagen superior: Pierce Arrow modelo de 1931. Wikimedia Commons. Dominio Público.
La leyenda del coche eléctrico de Nikola Tesla apareció originalmente en Tecnología Obsoleta, 22 mayo 2015.
via Tecnología Obsoleta http://ift.tt/16aeRP1
No hay comentarios:
Publicar un comentario