Acabo de terminar de ver la primera temporada de la serie de ciencia ficción The Expanse en Netflix (originalmente es una serie de SyFy). No suelo emplear el blog para comentar este tipo de cuestiones, salvo que algo me haya llamado mucho la atención, y así ha sido en este caso. No voy a explicar nada de la trama ni de lo que sucede en ella, para eso hay que ver la serie y no me gusta destripar los argumentos, pero sí quiero mencionar algunos elementos de la ambientación.
Los guiones, en sí, son bastante buenos, aunque no van muy lejos, pero si por algo me ha atrapado The Expanse es por el universo que se ha construido para contener la historia. Se trata de una space opera en el sentido clásico, con sus aventuras, batallas espaciales y demás ingredientes tradicionales. Pero, y he aquí lo que me encanta, la tecnología mostrada se acerca mucho más a lo factible de lo que estamos acostumbrados a ver en general para este tipo de productos.
No encontraremos saltos hiperespaciales, viajes FTL, ni teletransporte, nada mágico. Lo que tenemos ante nosotros son los primeros pasos de la humanidad como especie que se expande por el Sistema Solar. Tenemos una Tierra que mantiene su posición pero se siente amenazada, con la Luna poblada a través de ciudades subterráneas y cúpulas, unos primeros intentos de terraformar Marte, explotaciones mineras en el cinturón de asteroides y, sobre todo, naves espaciales muy interesantes. Se respeta, más o menos, el retardo de radio, no se abusa demasiado del sonido en el vacío del espacio (eliminarlo del todo, como debiera ser, es algo que asusta demasiado a los productores), la propulsión por fusión nuclear es ciertamente algo al alcance de un futuro a medio/largo plazo y, sobre todo, se mencionan tiempos de viaje de días y semanas. Se intenta mantener el ambiente de caída libre en el interior de las naves y, cuando esto no es posible, se acude a sistemas magnéticos en las botas para mantener a las tripulaciones “en el suelo”. Bien, todo sigue siendo fantasía, pero con tintes de realidad, basándose en muchos diseños ya existentes o en estudio.
El otro aspecto que me ha encantado es el tinte de especie que comienza a disgregarse, una humanidad en permanente conflicto, algo que se plantea de forma bastante seria. Si hay algo que nos ha enseñado la historia humana es que, allá donde vamos, transportamos nuestros conflictos. En el caso de The Expanse hay algunos reflejos de Atmósfera Cero (Outland, 1981), Cowboy Bebop e incluso, aunque con infinita menor ingenuidad, Babylon 5. Se manifiestan con detalle los cambios fisiológicos causados por la vida en baja gravedad durante años, por ejemplo en un gran asteroide, o las culturas, mezclas de idiomas y costumbres surgidas en las comunidades creadas a lo largo del Sistema Solar, algo que, también lejanamente, nos trae ecos de Firefly, de Joss Whedon.
En definitiva, si te encanta la space opera “plausible”, al más puro estilo de ciencia ficción hard del tipo Venus Prime de Arthur C. Clarke y Paul Preuss (que comparte muchos escenarios y conflictos con esta serie), te va a encantar The Expanse (en 2017 aparecerá la segunda temporada).
Información adicional e imágenes: The concept art of The Expanse.
The Expanse, una space opera “plausible” apareció originalmente en Tecnología Obsoleta, 4 noviembre 2016.
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